La anécdota de esta historia me fue relatada por mi abuela María Recchi, hija de campesinos que se establecieron en Arminda, provincia de Santa Fe. Los padres llegaron de Italia y ella fue la primera generación de argentinos. El relato se desarrollaba sobre aquello que le había sucedido a una vecina, muy misterioso para todos los que vivían en el pueblo. Una chica de dieciséis años, hija de un colono, estaba embarazada de seis meses. ¿De quién?, era la pregunta que todos se hacían. Un día, a la chica ya no se la vio más en ninguna parte, y comenzaron las suposiciones.
Patricia Suárez, con la maestría narrativa que le conocemos, toma esta anécdota y la desarrolla en El suplicio de las noches. Julia, la protagonista, será testigo y víctima: una sobreviviente de los estragos de su hogar natal. Pero la novela cuenta también, sin prejuicios, la épica de los primeros colonos en la Pampa Gringa, o mejor dicho, narra una anti-épica que se anima a inmiscuirse en las profundas oscuridades del corazón humano, el de los inmigrantes que llegaron a poblar las tierras de la llanura santafesina.