Diego Aszenberg refunda con Álbum de crecimiento la sensibilidad masculina con un libro exquisito sobre la infancia y la adultez. Escribe sobre esa mirada en espejo que se produce entre grandes y chicos que están midiendo fuerzas, unos para poner límites, los otros para aprender el mundo.
Su prosa amorosa, plena de diamantes preciosos que encuentran en el detalle la potencia, destila un nivel de observación tan profunda sobre la infancia que conmueve al leerlo, aunque sea en un contexto angustiante, como la pérdida de un niño en la playa, o en la voz severa de un padre con su hijo.
Los sueños, las primeras experiencias, las miradas hostiles o sospechosas de los adultos con los pibes, construyen en estos cuentos un universo tan verosímil como mágico.
Su fortaleza está en su mirada aguda sobre los vínculos y los pensamientos internos de la etapa más inicial de la vida, donde todo es pregunta y escollo, pero a la vez claridad y belleza. Veo en el narrador que es Diego un despliegue de destreza que lo distingue como un escritor excepcional, no solo para mostrar cómo sabe rematar un cuento o crear un personaje lleno de detalles, sino por su infinita compasión y empatía con quienes delinea un futuro en la ficción.
La niñez no es la misma si alguien la mira con este prisma delicado. Este libro está dirigido a todo el público, pero sobre todo a quienes siguen mirando con sospecha a los nuevos.