Aunque el punto del mundo en que residimos es hoy una ciudad menos “europea” que hace medio siglo (le ocurre también a Europa), las elites intelectuales están sujetas a las olas de una ideología que no es peculiaridad exclusiva de nuestras orillas.
Lacan llama “psicosis social” a la convergencia de un delirio sobre la libertad, que podría ser la misma que tiene la piedra inanimada; una coartada, la que toma por real el carácter simbólico de la determinación; y la creencia huérfana que persiste a pesar del estruendo que produce la conmoción de los lazos de paternidad.
Tres rasgos convergentes que el orden social naturaliza, frecuentemente como “salud”, y conforman una ideología que constituye el criterio de realidad con el que se miden los grados de compatibilidad con ese orden.