Es esta, para Pasolini, la verdadera “tragedia”, es este el “cataclismo antropológico”, el“genocidio”, la “homologación destructora” que marca la nueva revolución de derecha. La extinción del pueblo coincide con su metamorfosis en la masa anónima de los consumidores. Si el pueblo es el lugar que permite preservar una representación sagrada del mundo, su disolución en la dimensión anónima de la masa coincide con el fin del mundo como evento.[…]
Aquí, el Pasolini anárquico y rebelde, el hereje y el irregular, muestra el rostro insospechado del hombre de las instituciones. Las instituciones no son máquinas anónimas, no son antagónicas a la vida, no son en sí mismas lugares de corrupción y degradación ética. Más bien, nos recuerda Pasolini con feroz dulzura, son “conmovedoras” y “misteriosas” porque es en las instituciones donde los seres humanos se comprometen a hacer posible la vida de la comunidad. Es la tensión, nunca resuelta de una vez por todas, que relaciona constantemente el “transhumanar” con el “organizar”, la fe en el deseo con la vida militante de la institución, la pasión de las “oscuras vísceras” con la luz de la historia.