El peor peligro que podría amenazar al análisis sería sustituir el poder de la medicina, que tan justamente ha criticado, por su propio poder. Regla cardinal que debe guiar al analista, tanto en el trabajo clínico —para decirlo directamente, la transferencia debe correr en provecho del análisis, no del analista— como en la evaluación de la teoría; el análisis no es una ciencia positiva, y su única verdad es que esta es reprimida, es una verdad nunca revelada de una vez por todas sino que está suspendida a la contingencia de la interpretación.
“La teoría es buena —escribía Freud, después de Charcot—, pero eso no impide que las cosas sean como son”. Repetirlo no es desdeñar el alcance crucial de la metapsicología sino recordar que el analista es un hombre con experiencia y que la clave de ella está en la interpretación donde, cada vez, son dos inconscientes los que se responden uno a otro.





