Posiblemente la imagen del cuadro de Archimboldo, una ilustración que atraviesa los estilos, las escuelas, y las épocas, que figura en las primeras páginas de este libro, revela a todo lector poseído por el vértigo de las citas y el demonio de los nombres propios como ocurre en este libro. Pero que se van por los agujeros que impone el capricho del estilo y argumentación que el autor, en este caso Alejandro Varela, le imprime a lo que escribió.
Esta cabeza lectora está sostenida en el Atlas de Warburg, en el “preferiría no hacerlo”, porque al revés de Bartleby hago otra cosa, en Freud y Lacan. Es decir, referencias que quedan subsumidas y devoradas por el argumento, la discusión que, felizmente, se imponen y descargan la erudición.
Un libro que por su singularidad se plantea como polémico, ya alcanza la dignidad de ser el tema de discusión.
Luis Gusmán