Hacia fines de los años 1970, Lacan lanzaba una predicción: el complejo de Edipo no tendría más sentido en una época en que se hubiera perdido el sentido de la tragedia. Ya preveía que el Nombre del Padre no tendría más peso que un frasco de esperma si el padre se reducía a ser apenas un objeto parcial. Esa época ahora es la nuestra: las ciencias tecno-médicas permiten que no se encare más el género de manera binaria y la procreación médicamente asistida o la liberalización comercial de la reproducción (a través, por ejemplo, del mercado de las madres portadoras) nos obligan a reconsiderar nuestros conocimientos teóricos y nuestra posición sobre la estructuración del psiquismo humano. Para los psicoanalistas, el desafío es inmenso; pero no es menor, en absoluto, para quienes se interesen por el porvenir de la humanidad: las transformaciones culturales y científicas que apenas comienzan anuncian una profunda mutación de la filiación totalmente inédita. ¿Son los pródromos de una nueva estructura psíquica del sujeto? Es imposible saberlo todavía. Pero esos cambios nos fuerzan a repensar ciertos fundamentos civilizacionales que fueron durante siglos los de la humanidad entera.
Rechazando cualquier declinismo, este ensayo sienta los hitos para una reflexión necesaria sobre esta civilización post-edípica..

