Lacan no dudaba que el psicoanálisis rendiría sus armas frente a los callejones sin salida de nuestra civilización. Y en efecto, con terminología lacaniana y monotonía acrítica, se acomoda la subjetividad al funcionamiento imperante en nuestro tiempo.
Ir a contramano de esa pendiente es una tarea que, por intimidad y contigüidad con la naturaleza de nuestra práctica, resulta algo prometido a ser incesante.
Esa insensatez lleva a proseguir. Continuar, sin poder exceptuarse de la repetición, no se reduce a lo que el pasado nos obliga con el presente; implica comprometer a otros, incluyendo a quienes discrepan (solo podrían disentir lectores).
Este empuje orienta a esta revista.