Dice Bruno Fornillo en el prólogo:
“Las futuridades que trabaja Ezequiel Gatto no indica lo que serán las cosas, tampoco es sinónimo de la representación x de un futuro, ni el advenimiento de un acontecimiento imprevisible, sino la existencia de una especie del devenir. Para que el tiempo exista, el futuro no se encuentra “por fuera” del ahora ni “más adelante” sino en las grietas del presente –como el queso y los gusanos–. Es decir, que haya “posibilidades” es la condición necesaria para que el tiempo sea. La apertura del futuro en el presente habilita el devenir, que brota de la dinámica simultánea y relacionada de lo actual y lo virtual. La futuridad es una actualidad de “segundo grado”, su envés, algo que ya es, como posible.

Sin embargo, el bajo fondo, el objeto que subtiende a este libro refiere a una cuestión anudada al tiempo: la naturaleza del lazo social. No prevalece la dimensión ideológica, económica, de gobierno, aunque comporte a todas ellas, sino que le interesa qué vincula, cómo y para qué, de qué está hecha la trama del tejido individual y social. A fin de cuentas, es la argamasa de nuestra realidad compartida y real. También por ello es familiar a esa corriente llamada historia de la subjetividad: historiza el futuro en el pasado, presenta series heterogéneas de problemas –trata, como si fuera una enciclopedia China, sobre: “el dinero, la política, la ficción científica, las exploraciones espaciales y la cuestión ambiental”–, sabe indicar centralidades en la marginalidad, y al final de cuentas lo habita siempre la necesidad de preguntarse dónde está la salida”.