Las máquinas psíquicas admite ser leído como parte de un esfuerzo más amplio por actualizar una desafiante tradición política intelectual que ha caído en desuso, cuya saliente más visible es el artículo “La izquierda sin sujeto”, escrito hace más de medio siglo por León Rozitchner. Se reconoce esta tradición por un gesto único y extremo que la sitúa desde el comienzo al borde mismo de la extinción. Su toma de partido (decidida y existencial) en favor de una revolución anticapitalista, resulta inseparable de una clara conciencia de los obstáculos que impiden su “tránsito efectivo” en el plano histórico. El gesto es difícil porque comienza con una frustración, ya que la encrucijada en la que se adentra el deseo revolucionario es la del choque de la voluntad, siempre insuficiente, contra una realidad siempre más fuerte.
El punto de partida es la impotencia de luchar como efectividad primera de una nueva lucha de clases, donde la potencia nace de sentirse poca cosa en el choque con los obstáculos concretos de la realidad. No hay otro modo de tomar en serio la postulación de una “nueva” relación entre pensamiento y vida, en la que el saber es reemplazado por nuevas creencias y el discurso es devuelto al cuerpo.
Las máquinas psíquicas mantiene dos líneas de escritura. La primera va de los padecimientos a la revuelta, pasando por la crisis y soportando la reacción neofascista. Hay una segunda línea, que es la del propio entusiasmo de Exposto con ciertas ideas y ciertas lecturas. Un deseo de que la escritura haga converger ambas series. Una voluntad de feliz intersección, de encuentro entre los malestares, las politizaciones y la formulación de prácticas y enunciados.
El libro busca desesperadamente esa materia singular, situada y moviente en la que podemos actuar en un contexto de adversidad, cuando la amenaza de la noche de las no preguntas se cierne una y otra vez sobre nosotros.
Diego Sztulwark