“Se trata de un Diario de guerra, sí, pero el lector no encontrará en sus páginas ni emociones ni reflexiones sobre lo que implica existir al borde del abismo, en cercanía constante con la posibilidad de la muerte, sino un informe, detallado, casi telegráfico, de lo que hace, de lo que ocurre, de lo que debe hacer a veces en el lapso que va de un minuto al otro, como si quien escribe quisiera dejar constancia precisa, minuciosa, de aquello que ocupa su vida. Hasta hay momentos en los que uno se pregunta por qué necesita inscribir con tanta obsesión el horario y salida de un tren o la hora en que llega su convoy a una ciudad o a una aldea. Para quien eso escribe, detenerse en esos detalles “secundarios” parece una tarea imperiosa, como si necesitara decirse a sí mismo, “en esto” se me fue la jornada, “en esto, a todas luces intrascendente”, consistió mi día”.
Extracto del epílogo
de Rubén Chababo