Bordar un alfabeto. Hilos y poesía, de Mariana Robles propone un sostenido deslizamiento entre lenguajes, ni la nuda presencia de la imagen visual, ni la pura pregnancia de la palabra escrita. La poesía evade convertirse en descriptivo epígrafe de la imagen visual: es ella misma imagen, derrama sus significados ambiguos y porosos sobre esa existencia material que es figura, color y forma. Las imágenes habitan, a la vez, en la presencia irreductible del gesto práctico del bordado, del tiempo dedicado y lento que condensan. El sentido se contrae y se expande como un ovillo o un tintero que derrama sus intencionados gestos.
Mariana Robles lee, escribe, dibuja, borda… Su práctica artística viaja entre expresiones diversas, va de una forma poética a otra, de una materia a otra. La lectura de un texto, por ejemplo, -ficción, pensamiento filosófico, teatro o poesía- puede ser la génesis de una escena que representa mediante el bordado. O a la inversa, la materia visual se derrama hacia la palabra, se conjuga con el verbo de una imaginación poderosa y compleja. O también, a veces, la poesía enhebra los hilos que crean las figuras representadas; se despliega en una mise-en-scène visual otorgándonos la materia prima del poema, así anda el lenguaje en este libro. En el trabajo de Mariana, las lógicas del quehacer artístico no están ceñidas a temáticas fijas, a codificaciones específicas o, incluso, a prescripciones técnicas. Deambulan, más bien huyendo de una única idea, entre la imaginación, la memoria autobiográfica, la apropiación de teoría, narrativa o poesía, iluminadas siempre por la pulsión de una práctica indetenible. En las imágenes, visuales y literarias, no hay tristeza ni oscuridad. El trauma, la locura, la melancolía encuentran conjuro en las escenas, y se entretejen con el afecto y la fortaleza de las mujeres.
Carina Cagnolo