A la vez que ilumina para el lector tramas ocultas en el juego entre vigilia y mundo onírico, Bárbaras da cuenta de una genealogía: el ver en sueños es la herencia que pasa de una mujer a la otra de la familia.
Lo onírico es aquí esa filigrana que une pasado y presente (y su correlato, campo y ciudad) y anticipa el futuro en el que la idea del mal lleva el nombre privado de “diablo del miedo”. Las zonas extrañas dialogan con lo sobrenatural pero no están alejadas de las violencias naturalizadas en un universo de mujeres.
La depuración de la prosa, que sin embargo es contundente, y el realismo obsesivo de los diálogos sostienen con admirable pulso narrativo esta pesadilla que engendra terror y engendra deseo.